viernes, 25 de mayo de 2012

Y llegamos a Pisa

Cuando parecía que el viaje estaba destinado a ir mal (fui con el peroné roto, nos encontramos sin alojamiento y no nos querían admitir en el hospital, al que llegamos tras un largo periplo), encontramos la generosidad de cuatro magníficas terapeutas: Anna Maria, Elena, Donata y Rita, y de muchos padres y niños que ante nuestra presencia curiosa se brindaban a colaborar en todo lo necesario para que nuestra estancia fue un éxito. Disfrutamos mucho esos primeros quince días de contacto, con las dificultades de comprensión lógicas dado nuestro nulo nivel de italiano, que dieron lugar a muchas situaciones divertidas y a una motivación extra para volver: necesitábamos preguntar tanto, comprender tantos conceptos de esa forma de trabajo tan especial... porque vimos a niños con diversos niveles de gravedad que en manos de las terapeutas aprendían a comunicarse (unos con el lenguaje, otros con gestos o con la mirada), a controlar su cuerpo para lograr un objetivo, que no era el de la terapeuta, sino el que ámbos compartían para llevar una vida más plena y poder interaccionar con los objetos y las personas que les rodeaban, para poder dar sentido al mundo y a su propia existencia. Y eso me cautivó...